blog" /> Desde el otro lado
martes, enero 30, 2007,21:55
¡¡Sálvanos!!
Me preguntan qué es la vida y yo les digo que nada más que un sueño, una ilusión, un bostezo en boca de una niña de coletas y profundos ojos marrones.
Y me sonríen, me miran como a un sabio, como a un loco, como a un hijodeputa con más suerte de la que un día le dieron.

Hoy y mañana y pasado mañana y pasado pasado mañana estaré muriendo.
Y tal vez resucite o tal vez no.

El cuerpo sin cabeza, sin alma, sin dueño no es nada.
(y la cabeza, el alma, sin cuerpo no es nada... digan lo que dicen)

Ducha rápida, el pelo que ya no me deja ver, la cabeza que baila a su ritmo (no la intentes parar) y la espalda, las manos, los ojos que gritan pidiendo clemencia: "¡¡Sálvanos!!"



Actualizado:

Escribo en medio de un examen, cuando todos piensan, cuando todos cavilan, cuando todos estrujan sus mentes en busca del zumo de la sabiduría. Y yo en medio de todos ellos, alejado de ellos, apartado de sus quehaceres en la distancia los miro y me sonrío.
¿Acaso sabrán que escribo sobre ellos? Sobre su afán para terminar dentro de la hora, algunos desperados por aprobar, otros impacientes antes siquiera de terminar por saber si son los mejores de la clase (así quizá papá este verano les compre aquel coche azul marino que vieron el otro día, ¡sería perfecto!).
Y respiro y aparto el flequillo de mi visión y mi corazón palpita por si alguien me descubre: ¿Qué hace este joven loco escribiendo una auténtica basura en vez de hacer el examen? Y me mirarán como a un bicho raro, como a aquel loco que mató a su hermano con sus manos por no dejarle jugar otra vez al juego de la vida.

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viernes, enero 26, 2007,04:05
Tardes de tiempo y ausencia

I

Con paso decidido él se dio la vuelta y comenzó, en la intimidad que la soledad de la tarde en su casa le proporcionaba, el tiempo para él, cargado y sostenido por las ausencias que le proporcionaban durante esas pocas horas. Aquellas tardes, aquellos solitarios momentos de reconocimiento y perplejidad eran lo único que ahora le quedaba, lo único que alegraba un poco su cansada vida.

Marc fue al baño, encendió la luz y mecánica y lúcidamente fue sacando el maquillaje que su mujer guardaba en el segundo cajón de la izquierda. Lo colocaba con dulzura, uno tras otro, en fila, ordenado por colores que a él se le antojaban hermosos y casi mágicos. Estuvo quieto, mirándose en el espejo, observando las facciones que su rostro reflejaba en él. Y así permaneció varios minutos que a él se le antojaron casi imperceptibles; leves instantes de calma, sosiego e íntima soledad.

Un agudo timbre despertó su mirada y le devolvió a la realidad de la tarde de aquel caluroso mes de primavera. «Quién podrá ser...», fue lo que pensó Marc mientras dejaba su mano izquierda sobre el frío y metálico picaporte de la puerta y, lanzando todo el peso con su brazo, consiguió que éste cediera y escuchar así aquel familiar sonido.


II

El tiempo pasaba y los dígitos negros del reloj electrónico que sobre la muñeca izquierda de Marc parpadeaban constantemente, no cesaban en su continuo e inhumano cambio y fluir.

«Hoy deberé darme prisa», se dijo para sí, a la vez a modo de recordatorio y como advertencia, mientras empujaba y cerraba con un poco de hastío la puerta principal de la casa. Después de una larga conversación de casi hora y media con la anciana y cotilla vecina del segundo derecha, ahora lo único que deseaba era estar solo y dejarse llevar por sus deseos y sus más íntimos pensamientos.

El sonido de sus pasos resonaba por toda la casa, por los deshabitados rincones y habitaciones que en ella había. Caminó con paso ligero los pocos metros que le separaban del cuarto de baño y volvió a entrar al amparo de la amarilla luz artificial que todo lo cubría. Alzó la cabeza y fijamente volvió a clavar sus grisáceos ojos en la masculina y madura figura que a través del compacto cristal le miraba y se miraba. Y, en una larga inspiración, vio las pequeñas arrugas que a ambos lados de los ojos se encontraban; las ojeras de su prolongado insomnio; la incipiente barba que arañaba la mano de su esposa cuando ésta le acariciaba como cuando aún eran jóvenes; sus entradas; los pálidos pelos que, aquí y allá, le envejecían el alma; y su profunda, grisácea y cansada mirada que fijamente lo estaba observando y describiendo con una cuidadosa atención.

Inspiró profundamente y apartó la mirada de la suya, mientras giraba el grifo del agua fría del lavabo y dejaba que el ruido del agua y el frescor que ella le producía al contacto con su rostro le despejasen un poco. Marc se secó lentamente con la amplia y verde toalla que su madre bordó para él hacía varios meses. Y, volviendo su mirada hacia los objetos que había depositado encima del lavabo, estiró la mano hacia ellos.


III

La noche tardaba en entrar. La luz comía minutos a la oscuridad, se revolvía y jugueteaba con su hermana, rogándole sólo unos pocos minutos más; como si los últimos fueran los más importantes del día, como si unos instantes más en la despedida valieran la pena. La casa estaba en silencio y tinieblas, tan sólo un leve resplandor se percibía a través de la entreabierta puerta del cuarto de baño y casi apenas era perceptible desde la entrada y el comienzo del largo pasillo.

Marc se miraba fijamente, ensimismado con su rostro, feliz en su silencio y en aquel tiempo para sí. Sonreía a su mudo amante del otro lado del cristal mientras éste le dedicaba una sonrisa como aquellas que las jóvenes e inocentes muchachas le dedicaban tiempo atrás. Se sonreía y le sonreía, y ambos se profesaban sonrisas de muta admiración

El incesante tiempo fluía en su muñeca y decidió darse prisa por recoger todo el desbarajuste que en aquel pequeño y límpido baño él había creado. Uno tras otro fue cerrando los vívidos colores que aquellas cajas escondían y fue guardando y colocándolos de forma mecánica y precisa.

El agua corrió por las cañerías, salió un instante a la luz y volvió a refugiarse de nuevo en la oscuridad de las cañerías, tierra y suciedad. Marc juntó sus manos llenándolas de agua y, con un rápido movimiento, cubrió toda su cara. El agua teñida también corrió a refugiarse en la oscuridad, rauda y sin pausa, ajena a todo lo que con ella se llevaba. Y entonces él alzó su mirada para verse una vez más, una última vez en aquella tarde; cogió de nuevo la toalla y se secó a conciencia el rostro y las orejas, ya que también se le habían mojado; y, al despegar su cuerpo de la verde y colorida toalla, miró por última vez el frío espejo que tenía ante él. Marc se miró quedamente, quieto y paralizado se quedó ante las miradas que sobre él se posaban: su mirada era de sorpresa y la de su mujer de incredulidad. Él apartó la mirada de su rostro y pudo ver claramente a través del espejo y el reflejo de sus ojos la mirada de incredulidad de su mujer que sobre su rostro se posaba, que sobre su rostro aún veía los restos del maquillaje que ella guardaba en el segundo cajón de la izquierda de aquel cuarto de baño.

(Tardes de tiempo y ausencia, José Luis Merino)

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lunes, enero 22, 2007,02:30
Conversaciones a deshora
La noche es nuestro aliado y el café nuestra excusa. Nos reunimos en una mesa, en pijama y a deshora, como debe ser.

Y qué te voy a contar a ti, no te quiero aburrir.
Y qué más da, no seas tonta, aquí estoy.

Palabras y palabras y el tiempo que no pasa (o pasa de nosotros, vete tú a saber).

Y no se le digas a nadie, que esto es un secreto, un susurro, algo que yo nunca te he dicho.
Que no seas tonta, entre tú y yo, cosas nuestras, secretos de la noche y del café (frío ya).

Nos refugiamos en los otros por estar hartos ya de hacerlo en nosotros mismos. Y hoy y ayer y mañana otra canción, otro día, quizá copos de nieve en el balcón que nunca tuve. Y tal vez una medio sonrisa en tu rostro y un lágrima la semana que viene. Quién sabe. ¿Me lo contarás?

Y un viaje, tal vez un hasta pronto (¿me escribirás?) y el mundo aún por delante, no seas tonta, la vida sigue, el mundo sigue girando y girando.

Y un poema que ahora mismo acabo de recordar. Te lo regalo, es para ti. Tómalo. Tal vez algunos buenos recuerdos llenen tu cabeza (y sí, sé que el pasado no es el presente ni será el futuro), pero al menos ahí está, ya nada lo podrá tocar.


La tierra giró para acercarnos,
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño,
como fue escrito en el Simposio.
Pasaron noches, nieves y solsticios;
pasó el tiempo en minutos y milenios.
Una carreta que iba para Nínive
llegó a Nebraska.
Un gallo cantó lejos del mundo,
en la previda a menos mil de nuestros padres.
La tierra giró musicalmente
llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho ya escrito
entre las partituras del Simposio.

(La tierra giró para acercanos, Eugenio Montejo)

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sábado, enero 20, 2007,12:19
Arg...
Frío, pereza, dolor de espalda, hambre, la casa desordenada (que sí, que lo está...), demasiadas cosas por hacer... una canción. en mi cabeza.

¿Y vosotros cómo estáis? ¿Qué os dicen las mañanas de terciopelo y silencio?


Y un poema, poco a poco vuelta a la normalidad.



(variación sobre un poema de Catulo)

Nescio, sed fieri sentio et excrucior


Te amo y te odio
¿cómo puede ser?
No lo sé, lo ignoro.
¿Y acaso importa?

Puede que esté loco,
acaso estúpido…
Sé que te ríes, ¿verdad?
Asientes en silencio.

Atormentado estoy,
turbado por mi destino
que lenta, lentamente
me abrasa por dentro.

Te amo y te odio,
¿cómo puede ser?
No lo sé, lo ignoro.
Pero esta es mi cruz.


(Te odio y te amo, José Luis Merino)

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martes, enero 16, 2007,01:22
Delirios de las noches del tiempo eterno
Me descubro en mi silencio. Llorando. Tibio. Caliente y bronceado, como las mujeres de los cuentos que nunca leí de pequeño (ahora, ahora sí).

Con un suspiro aparto las gafas de mi rostro y fuertemente aprieto mis puños contra los párpados haciéndolos casi-casi explotar.

No tengo sueño. Es un día insomne. Hace calor en esta habitación. Fuera hace viento, hiela, medio llueve. Este es un invierno raro.

Y mañana a clase y próximos los exámenes (que sí, que duelen, créeme).
¿Y después? La paz o la nada.
La nada.
Más quehaceres. Sueños. Proyectos. Ilusiones.

Y ayer soñó conmigo una rubia con H.
Y yo me caía. Tropezaba y el duro suelo topó con mi cuerpo.

¿Acaso alguien me ayudará a levantarme cuando ya no en sueño sino en verdad mística y tuya mi cuerpo se desfallezca?

Delirios de las noches del tiempo eterno.

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domingo, enero 14, 2007,01:11
Blog conjunto
Pues sí, por fin me he decidido y después de pelearme un rato con la plantilla de blogger beta (malditas, malditas plantillas beta) ya está disponible el blog conjunto:


El instante antes


A partir de ahora ya tenéis otro blog al que visitar :P

Todos aquellos que queráis participar sólo tenéis que decírmelo.
Si estáis leyendo esto, estáis invitados. ^^

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jueves, enero 11, 2007,00:58
Truman Capote
Mi vida, al menos como artista, puede proyectarse exactamente igual que la gráfica de la temperatura: las altas y bajas, los ciclos claramente definidos.
Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno. No conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leyese. Pero el caso era que sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar claqué y hacer dibujos. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse.
Pero, por supuesto, yo no lo sabía. Escribí relatos de aventuras, novelas de crímenes, comedias satíricas, cuentos que me habían referido antiguos esclavos y veteranos de la Guerra civil. Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigué la diferencia entre escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil, pero brutal. ¡Y entonces cayó el látigo!

(Música para camaleones (fragmento del Prólogo), Truman Capote)



Sólo me he comprado el libro para leer esta parte...


Estrés de exámenes que a punto están de llegar. Mucho, mucho sueño. Pocas ganas de hacer algo. Cansancio, estrés y legañas en los ojos (y esta vez por obligación).



Suerte para aquellos que tengáis exámenes.



P.D1: Lo del blog conjunto marcha... pero preferiría que alguien se encargase de lo que viene siendo la página, ya que para eso yo soy un poco negado :(
P.D2: Sí, os debo una sorpresa... (poco tiempo para hacerla, lo siento).

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miércoles, enero 03, 2007,17:09
Composición
He vuelto a escribir, supongo que el retiro espiritual ha venido bien. Me siento como en los tiempos del ayer: debe de ser este aire, el buen comer y dormir, el frío, las horas de trabajo frente al ordenador, las frases sabias a deshora en la televisión, la irritante tos de mi hermano... Quién sabe.

Pero aquí estoy de nuevo, tecleando, letra a letra, bien o mal -qué más da-. Lo único que siento es la inspiración (divina o no) y el fluir de las palabras. Es una extraña sensación, de pronto estoy tumbado, muerto de sueño y cansancio, cuando algo parece conectar en mi cabeza, un clic cósmico el el que por un espacio de tiempo (segundos u horas, depende...) todo fluye: sin forzar los pensamientos, las palabras, tan sólo escribo. Y es en esos instante y sólo por esos instantes por los que me siento escritor.

Algunos lo llamarán inspiración, yo creo que es algo más, al menos en mi caso: esos momentos no me inspiran, son esos momentos los que crean, es esa parte de mí que misteriosamente se ha activado la que está escribiendo. No es mi yo escritor y por supuesto tampoco es mi yo real, sino otro yo, el yo inconsciente de mi yo escritor. Y pensándolo bien, si propiamente no soy consciente de lo que escribo, ¿por qué he de adueñarme de ello? ¿No sería acaso más lícito que esos escritos surgidos en esos momentos (llamémoslos de inspiración), vayan firmados por la parte no consciente de mi yo escritor? Tal vez.

Pero sea como sea, esta tierra es la que me trae más momentos de inspiración, cosa que en algo más de un año Valladolid no ha podido hacer. Imagino que aún necesito a la ciudad de Palencia: sus calles, silencio, frío, noches en vela.



La parte no consciente del yo escritor de José Luis Merino



P.D: Feliz año que comienza a vosotros también :)
P.D2: ¿Me habéis echado de menos? :P (yo sí)
P.D3: La propuesta del blog conjunto ahí está...
P.D4: Dentro de muy poco tendréis una sorpresa n_n

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